Esta vez la locura duró menos.
Y así, cada vez que vuelva a suceder, irá durando menos.
Y menos.
Hasta que al final, la locura sea inexistente.
Y me pase a no importar más que el ruido de la puerta del remis que dejé al irme de tu casa.
Nada.
Porque estoy harta de sentirme como el peor de los errores.
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