22 de marzo de 2013

21 de marzo de 2013

Vanidad.

El pájaro se golpea contra la ventana.
¿Por qué?
Porque el vidrio es tan fino
que no puede distinguir lo que está del otro lado.

¿Qué está del otro lado?
Lo que aparenta pero no es,
la superficie que no se inmuta
excepto cuando él se mueve.

¿Y qué pasa cuando 
me choco contra mi misma
como el pájaro?
¿Con mi reflejo,
con mis locuras?

Puedo ver todo con claridad
sin necesidad de mentirme
Me doy de lleno con la realidad
y elijo si me gusta o me asusta.

Si me gusta, 
me mantengo observando.
Embelesada ante lo que no puedo ver
a simple vista.
Ante la totalidad que se me escapa 
por mi propia subjetividad.

Si no me gusta,
cambio de forma.
De posición, de cristal,
con tal de que el espejo me devuelva lo que quiero.

Pero no puedo cambiar lo que soy.
Lo que se ve
es lo que hay.

Si el espejo no me devuelve lo que busco
tengo que comenzar de nuevo.
Por eso choco.
Para darme cuenta
de que me confundo con lo que veo.