Digo obviamente porque la mayoría no debe conocerme en persona, pero soy una mina de piel morena, bien morocha argentina y orgullosísima de serlo.
Y ya que nos cerramos a las limitaciones de la piel, la ecuación con respecto a la participación de niños y niñas en actos conmemorando fechas patrias sería la siguiente:
Así fue siempre, así que me soprendió cuando en 4to grado me seleccionaron como dama antigua.Niño de piel clara = Caballero antiguo.Niño de piel morena = vendedor de velas, lechero, esclavo, etc.
Niña de piel clara = Dama antigua.Niña de piel morena = mazamorrera, vendedora, etc.
Mamá no tuvo mejor idea que arruinarlo haciéndome ella misma el vestido, porque mi mamá era una mujer Utilísima, pero la cosa es que ella no es buena haciendo ropa. Entonces me quedó un vestido ROSA (pésima elección de color para empezar) con los hombros grandes tipo hombreras onda Melanie Griffith en Secretaria Ejecutiva, las mangas largas haciéndose finiiiitas al final de mi muñeca, sin volados, ni nada. Parecía una tabla rasa. Y un velo negro y una peineta de plástico. Sí, se imaginaran que daba algo de lástima.
Mamá laburaba toda la mañana en ese entonces, así que no podía darse el lujo de faltar para mis actos. Entonces me juntó todo (el vestido, los accesorios y los zapatos) en una bolsita para que me cambie. Maquillaje no teníamos (mamá nunca fue de usarlo) así que me dijo que le pida a otra de las madres que por favor haga el favor de maquillarme. Verguenza fue la primer palabra en venirme a la cabeza. El hecho de llegar al colegio e ir al salón donde todas las demas nenas se estaban preparando, con sus madres oficiando de una especie de Leandro Rud preparándolas como modelos para desfile, me dió algo de pena, pero pensé que tenía que superarlo así que entré y comencé a prepararme. Una de las madres me ayudó con mi vestido y mi maquillaje, ocultando la mejor cara de "pobre criatura descuidada". Yo le quería decir que no era descuidada, pero mi mamá era muy orgullosa como para mandarme a hacer un vestido que iba a usar una vez. Y tampoco era tan femenina como para tener kilos de maquillaje con ella. Y no estaba al pedo para ir a vivir al colegio como el resto de las demás madres.
Cuando estaba todo listo, nos preparamos para salir a escena. Gracias al cielo fue la única vez que tuve que hacerlo. Durante la performance (sí, yo también me sumo a la ola de gente progre que cambia palabras en español al inglés, como cupcakes para magdalenas), estaba tan nerviosa que me pasé mirando al piso y cuando me tocó pasar al frente a recitar parte de mi diálogo (porque encima había sólo dos micrófonos y teníamos que irnoslos pasando a medida que nos tocaba hablar), me tropecé con mi propio vestido. CON MI PROPIO VESTIDO. Si hay una definición de lo menos, soy yo en ese acto a los 9 años.
Afortunadamente, mis habilidades al frente de los actos escolares fueron mejorando. Después estuve en bocha de obras o simplemente leyendo los anuncios. Pero uno nunca olvida el debut y mi debut fué haciendo de dama antigua latina, a lo Gabrielle Solís en Desperate Housewifes, tropezándome y dándole miraditas nerviosas al chico que me gustaba, que hacía de caballero.
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