3 de noviembre de 2012

Vestido de cumpleaños (tirado al fondo del placard).

Para mi cumpleaños, me compré un vestido nuevo. Blanco, ajustado, muy provocador. A primera vista no parecería algo que yo usaría, pero tenía una idea en mi mente de como quería lucir esa noche. Y el vestido se correspondía a lo que quería mostrar. Una mina nueva, fresca, mas delgada. Una mina superada.

Ahora el vestido se encuentra tirado, en el fondo del placard, esperando una nueva oportunidad para salir al mundo. Lo que el vestido no sabe es que eso no va a pasar. Ese vestido, que me compré de apuro la tarde de un viernes 16 de marzo, no lo voy a volver a usar nunca mas. En parte porque no me gusta como me queda. Pero mayoritariamente, porque no me gusta lo que representa. Me veo en el vestido y no soy yo. Sólo lo usé una vez, pero es sorprendente cuando te marca algo que sólo haces por un tiempo. Y cuando te das cuenta y ya no lo querés mas, igual sigue ahí, como un recordatorio de que alguna vez lo quisiste.

Ojalá las cosas que ya no queremos que formen parte de nuestro presente fuesen tan fáciles de desechar como un vestido que ya no tenemos intenciones de utilizar: guardándolas dentro de un placard. Lejos de todos y sólo a nuestro alcance, cuando queremos recordarlas porque sirven como ejemplos de algo que ya no necesitamos. 

Pero las cosas no son tan sencillas, ¿no?






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