4 de enero de 2013

Tres camas en mi habitación.

Unos días antes de fin de año, mis señores padres decidieron comprar una cama nueva. Un sommier, para ser mas exactos. Me lo anunciaron unas horas antes de ir a la muebleria y comprar dicho sommier. Ante mi sopresa, porque nose para que me estaban avisando (como si fuera que yo iba a dormir en el sommier con ellos, ridículo) mi mamá resopló, inhaló y exhaló antes de pronunciar las siguientes palabras que hasta el día de hoy continúan grabadas en lo mas recóndito de mi mente.

"Vos te vas a quedar con nuestra cama vieja".

Esperá un cacho, ¿qué pasó? Por que creo, vieja, que me estás diciendo que voy a tener que renunciar a mi cama cucheta, esa que uso desde los 8 años, para cambiarla por una cama aburrida de dos plazas que nisiquiera pedí. ¿Es eso lo que me están diciendo?

Sí, había sido que era eso. Yo le di a mi vieja un sonoro "No" y esperaba que todo fuera una broma de mal gusto. Amo mi vieja cucheta, estoy muy acostumbrada a ella. Y me la cambian por la cama en la que durmieron mis viejos por quien sabe cuanto tiempo. No way, no, nien, lo que sea. No.

A la media tarde, salieron a hacer el pedido de todos modos. Volvieron con un papel que decía que habían pedido un sommier de $1500 y comenzaron a sacar la cama vieja de su habitación. "Ni se calienten en mover eso, en mi pieza no va a haber lugar. Y además, ¿qué esperan hacer con la cama cucheta? ¿Voy a dormir con 3 camas en mi pieza?". Cuando papá me respondió el destino que les esperaba a mis viejas amigas (venderlas o regalarlas), casi me agarra un paro.

Me remonté a cuando adquirimos las camas. Año 1998. Agosto, masomenos. La cama que usaba de momento, una viejita de metal, estaba pidiendo socorro, entonces mamá decidió comprarme otra, lógicamente. Me senté con ella a ver el catálogo de Red Megatone en ese momento y no lograba decidirme por ninguna. Finalmente, le dije a mamá que quería una cama cucheta. Los dos se rieron por la ocurrencia. Y era obvio: yo era (y soy) hija única. En los planes de mis viejos no estaba tener mas hijos, yo no lo sabía, pero la verdad era esa. ¿Para qué mierda quería una cama cucheta? Era la pregunta del millón. Y, para muchas cosas loco: primero y principal para que duerman los peluches y todos los juguetes que adoraba y que no entraban en la repisa. En segundo lugar, era genial no tener que dormir en el mismo lugar dos noches seguidas. La cama principal sería la de arriba, pero si me aburría, podia ir abajo y no pasaba nada. Y en tercer lugar, y esto lo sabría mas adelante, venía al pelo cuando había visitas. Cuando vendría a dormir alguna amiga a casa o algo así.

Mis viejos aceptaron todas las razones que les dí, pero creo que la que les terminó de comprar fue la última. Accedieron a mi pedido caprichoso y me compraron una preciosa cama cucheta de madera. Muy chick. Estas camas me acompañaron por, sacando cuentas, 14 años. Casi 15. Albergaron a un sin fin de personajes, desde juguetes, pasando por primas que venían a pasar el verano, primitos que quedaban a dormir, la abuela que venía de visita, mi amiga que quedaba a hacer el after después del boliche, mi ex novio con quien las compartimos, también. Por ellas durmieron muchas personas. Mucha gente que posó sus sueños en ellas. Y ahora se tenían que ir.

Llegaron los de la muebleria a dejar el sommier. Fui a chismosear que onda. Lo bajaron y acomodaron en el living. Primero, mis viejos llevaron la cama vieja a mi dormitorio. Tuvimos que mover muchas cosas y hacer espacio, porque es una cama de dos plazas. Pero luego de acomodar, al final entro. Al otro extremo del cuarto, arriba de la ventana. Parecía que siempre había estado allí. Luego mis viejos se fueron como criaturas con chiche nuevo a armar su sommier y acomodarlo en su habitación. Yo seguía echándole el ojo a la cama de dos plazas. Era una intrusa. Claramente esta era la peor decisión del planeta. Quiero mis camas, quiero mis camitas individuales, donde siempre dormí. Son camas de criatura y no de mujer madura de 22. Lo acepto. Pero es lo que quiero.

La primer noche fue fatal. No podía dormir. Me costó horrores. Tuve insomnio como tres horas antes de lograr cerrar los ojos. Es la cama, estoy segura. Es el espacio. Hay mucho espacio, y no estoy acostumbrada a eso. Estoy acostumbrada a dormir apretujada contra la otra persona, no a nadar en un mar de lugar. Tengo un problema con las camas de dos plazas. Estoy convencida que ellas tuvieron que ver con el final de mi relación con el padre de El Crío. Tengo la teoría de que las camas de dos plazas te aseguran comodidad, pero no así cercanía. En lugar de eso, aumentan la distancia con el otro. Cosa que no pasa al tenes que dormir apretado con otra persona por falta de lugar. Los años mas felices con mi ex también son los años que usamos camas de una plaza. ¿Coincidencia? No lo creo.

Ahora estoy atascada con tres camas en mi cuarto. La principal, la nueva, la que usamos El Crío y yo. Después de la primera noche, se me está haciendo cada vez menos difícil dormir en ella. La cama de arriba todavía la tengo en mi pieza. Y la de abajo está apostada contra una pared, esperando a algún nuevo individuo que quiera depositar sueños ahí. Me conforma saber que los mios quedarán bien conservados. Si señores, comencé el año con 3 camas.


2 comentarios:

JLO dijo...

no hay que tener miedo a los cambios, por lo mas chicos que sean... aunque este te perturbó un poco ja... y menos que menos a la comodidad!!!

Sabés bien que podes estar muy cerca, casi apretujado... y estar en verdad muy lejos... y vivecersa...

salu2...

Periférica dijo...

Ahora lentamente me voy acostumbrando jajjaajaja.

Justamente no es miedo al cambio, sino sus consecuencias. Todo cambio trae algo... ya sea bueno o malo y hay que convivir con ello,¡No queda otra!