15 de septiembre de 2015

Soy un puerto.


El otro día me puse a pensar(me) y compararme con un puerto. Con mucha frecuencia la gente pasa por mi vida, va y viene a displicencia.


Pero no todos se quedan.


Supongo que sí, soy como un puerto que da una cálida bienvenida sobretodo cálida, y no obliga a quedarse. No obligo a que nadie estanque sus anclas.



Supongo que simplemente no soy para el paladar de cualquiera.
Y eso me encanta.





2 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Que interesante pensamiento. No tiene sentido obligar a quedarse a alguien que se quiere ir.
Y también que seguro que podes caer bien.
Está bien el evitar fingir para causar buena impresión.
Besos.

Periférica dijo...

Así es. Cada uno tiene libertad de hacer, pensar, quedarse e incluso irse. Y no debería ser un drama. Es la vida.
Besos.